8.3.10

Un viaje para recordar.


Un frío acomodado,
como cualquier otro llavero,
en el horizonte 
también había nevado, 
primera toma de contacto,
esa fue de cuento, 
unas casas dibujadas,
en los alpes de la infancia.
Escaparates pidiéndome una mirada
y una foto si era nuevo.
Aquellos pasteles imposibles
gritaban que les diese un beso.
Una libertad suficiente,
un profesor que cambiaba de persona
tan cierto como que no era nuestro país.
Pero si me pareció un sitio para vivir. 
Encandilada quedé de Munich 
aquel Munich nocturno, 
más frío que arrastrar, 
no nos dio tiempo a más
pronto nos teníamos que ir.
Estrasburgo de francesa y alemana
toda no se podía vestir,
pues su historia se agitada
entre un país y otro país. 
Catedrales en el más insignificante pueblo 
que también yacía  blanco por allí. 
Cálidos cafés que nos hacían desaparecer,
del grupo nos separaban 
ignorando otras escaleras de campanar 
que al más hábil hacían morir. 

Un viaje que no acaba aquí...


No hay comentarios:

Publicar un comentario