Llegó y se sentó en la primera fila, en el asiento que
acomodaría por años su pasión. Ansiosa y nerviosa, escuchó a aquel profesor, de
semblante transparente, y sus palabras fueron clavándose en sus ojos, brotó de
su adentro un pálpito de satisfacción, un respiro, la meta, pensó. Las lágrimas
emergían silenciosas y procurando no caer, las avistó el profesor que enmudeció
y se quedó mirándola, un momento de pausa embarazoso para ella, mágico para él,
quizá.
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