6.11.12

Inferioridad









           Camino sobre tablas flotando en el agua, el agua no sé donde está, ni tampoco mi cielo. No identifico el azul, o el rosa, el anaranjado, el violeta. Son todos y no es ninguno, porque no puedo meterlos a todos en un frasco de cristal, para mirarlo. Y mirarlo. Y me mojé, porque volví a caer al agua. Un fugaz soplido me dobla, no rompe, me dobla. Me gira, me enrolla, me tumba. Estas letras son todo lo que soy, y no soy nada, porque mis letras no son nada, menos nadie. Mis ropajes no me gustan, sólo a veces, en momentos de inspiración repelada, suturas apuradas. Despierto y ando en sueños que no me gano, que enmarco en lo alto de estanterías, en cielos que desconozco, tampoco alcanzo. Alguien más alto, más bajo, más guapo, más desaliñado, da igual, conseguirá hundirme si se lo propone, porque soy todo hielo, si pegas se rompe. El mundo es un reflejo que contemplo y contemplo, voy de entusiasmo en entusiasmo, mientras parones marrones escuecen. El mundo es un espejo que observo y observo sin poder atraparlo. Un mueble me produce escalofríos. Sí. Sí! Quiero ser reflejo, verme tras el cristal sonriendo, y no sé, más bien, si sé, pero no lo hago. No necesito tiempo, no quiero desperdiciarlo una vez más. Es áspero el hormigón, acariciarlo me produce orgasmos y observarlo, cumbre estética. Tras el vaivén y el perfume de una falda ajena, despojos de mi. Yo no quise negarme a mi misma. 








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